En la entrada anterior hacía autocrítica sobre la capacidad que tenemos o no de escuchar a los demás. Sobre todo, a los que piensan diferente. Respecto al tema - Israel-Gaza - que venimos abordado últimamente, leo y escucho todo aquello que llega a mis manos y a mis oídos. Cada cual tiene sus razones y sinrazones para valorar este cruento episodio bélico de una u otra manera... Yo, y no me dolerán prendas si algún día tengo que rectificar, sigo pensando que lo que Israel está haciendo en Gaza es un auténtico despropósito (por supuesto, esta última palabra es un eufemismo...)
Una bloguera argentina, que lamentablemente lleva bastante tiempo en el dique seco, y a la que tengo en grandísima estima, me envía esta carta de un compatriota radicado en Israel. Creo que merece atención...
Uriel Kon, un argentino radicado en
Israel, hizo públicas sus diferencias con la política contraofensiva en la
Franja de Gaza. Plazademayo.com reproduce su texto.
Vergüenza bronca e impotencia. Eso es lo
que siento al vivir dentro o a un costado de la sociedad israelí: en su gran
gran mayoría se trata de un cúmulo de individuos que han sufrido un lavado de
cerebro sistemático, desde chiquitos. Cerebros lavados y lavadores de cerebros
profesionales; victimarios que de alguna manera lograron desarrollar un
mecanismo de autoconvencimiento, una completa insensibilidad frente al
sufrimiento del otro – todo esto combinado con un sentimiento de superioridad
indeleble, paradójicamente mezclado con ignorancia, vulgaridad y un racismo
virulento. El racismo y la discriminación, aplicados tanto en el plano personal
como institucional.
Una sociedad como la israelí, que nunca
quiso ni busco la paz, está destinada a desaparecer. Tal es el destino final de las
democracias étnicas.
Hablar se torna
peligroso.
Los diarios y los sitios en la web de
noticias en hebreo, narran la guerra de manera tal que cualquier duda sea
eliminada. Las noticias se enuncian como pequeñas piezas de discurso
adoctrinador, que es repetido como mantra en el bar, en el café, en las
universidades, de padres a hijos, de oficiales a soldados. Es así que no hay
huecos en el imaginario local, casi no existe la izquierda ni la critica:
abolidos. La autocrítica es traición. La mirada de odio y de placer del sabrá israelí
ante los ataques por tierra y los bombardeos, es evidente.
Hace unos minutos me encontré con un amigo
argentino. Coincidimos en que es imposible hablarle a la mayor parte de los
sabrás. Sus miradas cambian, los ojos giran, cambian de órbita hacia adentro;
parecen zombis. Su amargura y rudeza son innatas, pero se potencian con el
odio. Para ellos la guerra, todas las guerras israelíes son morales, no se las
pudo evitar. Son guerras impuestas por el enemigo. Ellos son el oasis de
oriente medio, son el milagro, son los elegidos. O a la ney matogrosso: son la
rosa de Hiroshima.
Disparan y lloran. Lloriquean mientras
matan y construyen nuevos asentamientos en los territorios ocupados. Ellos no
quieren matar pero matan. Quieren la paz en la guerra. Y se lo creen!
A no confundirse los que visiten Tel-Aviv,
mundo de mini shorts, pop americano y multisexualidad. Debajo del pastito
cuidado, de la gente paseando perros o andando en patín, detrás de la
literatura local de medio pelo a la que le gusta leerse en tramas infantiles o
dramitas cotidianos, detrás de boutiques divinas y el mundillo tanto
corporativo como artístico, se esconde una perversidad guerrera, una
santificación de la muerte propia y ajena, y se rinde culto al eterno consenso
sobre la conquista y la opresión.
Pero este palabrerío tan adjetivado quería
ser solicitada: solicito a mis amigos coles, a los que de alguna manera se
criaron – como yo – dentro de las comunidades judías en Latinoamérica, con ese
dejo de izquierda idish, con determinada alegría de vivir rodeados de seres
humanos diferentes, seducidos por la diversidad – que llego el momento de
desdecirnos de manera rotunda de Israel: separar por fin el judaísmo de la
doctrina nacional de este país acabado. A contrapelo de lo que aprendimos en la
escuela – sionismo es racismo. Sionismo es también una forma de antisemitismo.
El prototipo de ario israelí fracaso, y en su fracaso, como durante las últimas
semanas del nazismo en la guerra, quiere borrarnos a todos – quiere volar todos
los puentes. Quieren morir en el odio automático y la pasión erótica por la guerra.
No apoyar más a Israel. No aportar dinero
que el dinero estuvo y estará destinado a plantar bosques sobre pueblos
palestinos destruidos. Que el dinero va para seguir construyendo la
infraestructura de los asentamientos en los territorios ocupados y así anular
cualquier plan de división territorial. Que el apoyo es utilizado
para matar gente, asesinar chicos, probar nuevas armas, criar nuevos
soldaditos zombis, carentes de ideas independientes.
Mirar a la cara a esta gente, y más en época de guerra, da miedo. Son rostros de gente que tiene nauseas cuando se utiliza la combinación de palabras “derechos-humanos”. Para ellos los derechos humanos son antisemitas. Justo ellos, que son los primeros antisemitas del planeta, los que se burlan del que no vive en Israel y lo consideran infrahumano. Ellos son los que utilizan la historia del pueblo judío como excusa para asesinar. Y todo para crear un país tan insulso, tan falto de creatividad, de humanismo, de literatura, de imaginación. Ellos son los que crearon un país en el que los militares son héroes culturales. un país en el que las mujeres, para recibir igualdad de derechos, se convierten e imitan a los hombres. La mujer liberada es la mujer-hombre, la que abandona sus atributos para entrar en las guildas masculinas. Su mundo interior es el que se negó a imaginar un territorio pacifico, en el que la vida, la creación y la alegría, reemplacen al erotismo de la violencia.
Mirar a la cara a esta gente, y más en época de guerra, da miedo. Son rostros de gente que tiene nauseas cuando se utiliza la combinación de palabras “derechos-humanos”. Para ellos los derechos humanos son antisemitas. Justo ellos, que son los primeros antisemitas del planeta, los que se burlan del que no vive en Israel y lo consideran infrahumano. Ellos son los que utilizan la historia del pueblo judío como excusa para asesinar. Y todo para crear un país tan insulso, tan falto de creatividad, de humanismo, de literatura, de imaginación. Ellos son los que crearon un país en el que los militares son héroes culturales. un país en el que las mujeres, para recibir igualdad de derechos, se convierten e imitan a los hombres. La mujer liberada es la mujer-hombre, la que abandona sus atributos para entrar en las guildas masculinas. Su mundo interior es el que se negó a imaginar un territorio pacifico, en el que la vida, la creación y la alegría, reemplacen al erotismo de la violencia.
¿Cómo vivo en este país? ¿Cómo conciliar
con la idea de que mis impuestos aporten de alguna manera a la manutención de
un sistema opresor y antidemocrático? Esas son cosas que me vengo preguntando
hace bastantes años. En una época tenía la idea narcisista e inocente, de que
algo podría cambiar, y que yo podría contribuir a ese cambio. Pero la única
solución viable es la re-emigración, acto de por si complicado, aunque no
imposible. Creo que se acerca la materialización de ese acto.
Este país está acabado y es una vergüenza.
Somos una vergüenza. No quiero vivir con la vergüenza a la que me llevaron mis
decisiones de adolescente.
Me llega otro documento que también considero que vale la pena conocer. Supongo que los comentaristas que ya han pasado por aquí no tendrán acceso al mismo (Pido disculpas por este añadido a destiempo...)
EDUARDO GALEANO HABLA SOBRE GAZA
Para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos.
Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador. Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen.
Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelí usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina. Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.
Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa. No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen. La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos al acecho.
Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros. ¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos?
El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales. En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados, víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la industria militar está ensayando exitosamente en esta operación de limpieza étnica.
Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno. Por cada cien palestinos muertos, un israelí.
Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas. Y esos medios también nos invitan a creer que son humanitarias las doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.
La llamada comunidad internacional, ¿existe?
¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro?
Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad.
Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos. Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan las manos.
La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad, derrama alguna que otra lágrima mientras secretamente celebra esta jugada maestra. Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea, pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre contante y sonante, una cuenta ajena
Fuente Imagen de: http://www.elortiba.org/
https://www.flickr.com/photos/lanpernas2/229074387/sizes/l/
Me llega otro documento que también considero que vale la pena conocer. Supongo que los comentaristas que ya han pasado por aquí no tendrán acceso al mismo (Pido disculpas por este añadido a destiempo...)
EDUARDO GALEANO HABLA SOBRE GAZA
Para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos.
Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador. Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen.
Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelí usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina. Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.
Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa. No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen. La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos al acecho.
Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros. ¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos?
El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales. En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados, víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la industria militar está ensayando exitosamente en esta operación de limpieza étnica.
Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno. Por cada cien palestinos muertos, un israelí.
Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas. Y esos medios también nos invitan a creer que son humanitarias las doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.
La llamada comunidad internacional, ¿existe?
¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro?
Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad.
Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos. Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan las manos.
La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad, derrama alguna que otra lágrima mientras secretamente celebra esta jugada maestra. Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea, pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre contante y sonante, una cuenta ajena
Fuente Imagen de: http://www.elortiba.org/
https://www.flickr.com/photos/lanpernas2/229074387/sizes/l/